Los Secretos de Belmonte
- Jefferson Linconn
- 3 de nov. de 2019
- 3 min de leitura

Los secretos de Belmonte y la memoria de Sefarad portugués
(Mario A. Dujisin)
El Portugal del Sefarad comienza gradualmente a ser descubierto. Hasta el siglo XX, el mundo desconocía la existencia en las montañas del centro del país de la última comunidad cripto-judía de Europa.
Poco a poco, en gran parte gracias a la promoción del turismo cultural en aldeas milenarias conservadas con esmero, se comienza a conocer la historia de los últimos judíos sefardíes secretos de la Península Ibérica.
Enclavada en la Serra da Estrela, la mayor cadena montañosa del país, la villa de Belmonte se perfila a 2000 metros de altura como una auténtica memoria humana viva del riquísimo y antiguo Portugal judío.
El origen remoto de Belmonte está documentado por lo menos desde 1297 y subsiste aún hoy con unidad, sinagoga, rabino, cementerio propio y una dirección comunitaria. Su importancia se debe más a la peculiaridad de una resistencia a lo largo de los siglos que a su peso demográfico a través de su historia.
No lejos de allí, se ubican antiguas aldeas, hoy convertidas en prósperas localidades, tales como Covilhã, Guarda, Trancoso y Fundão. Más al sur, Castelo de Vide, Marvão, Alenquer y Évora son también ineludibles referencias de las antiguas comunidades sefardíes portuguesas.
Los muros de Belmonte encierran en su interior a la comunidad de los cripto-judíos, nombre que obedece a un concepto de clandestinidad: aparentemente católicos, pero que en verdad conservaron en secreto sus ritos hebreos. Son unas 200 personas, que equivale a casi el 10 por ciento de los habitantes de la villa.
Ester Mucznik, la vicepresidenta de la Comunidad Judía de Portugal que ha dedicado casi toda su vida académica como socióloga a la investigación sobre el judaísmo lusitano, llegó a la conclusión que 80 por ciento de los 10,2 millones de habitantes del país tienen origen en los «cristianos nuevos», es decir, convertidos al catolicismo debido a la Inquisición.
«Eso explicaría la falta de antisemitismo en Portugal, porque nadie puede asegurar que por sus venas no corre sangre judía», dijo Mucznik en una entrevista a la radioemisora británica BBC.
Sin embargo, otros cálculos más conservadores apuntan que «solo» entre 25 y 35 por ciento de los portugueses tienen origen judío.

La ciudad de Belmonte es reconocida como un hito importante en la historia de los
judíos que vivieron en la Península Ibérica. Este reconocimiento se debe a un ingeniero metalúrgico, judío polaco, Samuel Schwarz ((Zgierz, 1880 – Lisboa, 1953), quien en 1917, fue a trabajar allí y descubrió, tras incesantes y curiosas investigaciones, que en aquella región existía una comunidad secreta, que aún conservaba ciertas costumbres judías, tales como encender las velas en la cena de la familia de los dias viernes, y ayunar una vez al año.
Eran los cripto-judíos de Belmonte que aún vivían como una comunidad cerrada. Incluso con el fin de la Inquisición (1536-1821), no sabían que era el judaísmo la religión que practicaban ni que ésta era ejercida en secreto, sin sacerdotes o libros, y oralmente transmitida, de generación en generación.
En 1925, Samuel Schwarz encuentra, en una antigua sinagoga de la región de Belmonte, una piedra de 1297 con la inscripción de un versículo bíblico. Ese mismo año, dio a conocer el hecho al publicar el libro Los cristianos nuevos en Portugal en el siglo 20, así como en la revista Arqueología e Historia, de la Asociación de
Arqueólogos de Portugal, a la que pertenecía.
En términos proporcionales, 200 judíos de Belmonte representan una cifra modesta, ante una comunidad judía observante de 3000 personas y dependiendo de las fuentes, presuntos entre tres y ocho millones de cristianos nuevos. Sin embargo, su valor simbólico es enorme, así como el histórico, en especial por el papel desempañado durante los grandes descubrimientos.
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